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Historias de nieve

  • Julio Sandoval
  • 6 feb 2018
  • 3 Min. de lectura

El otro día, cuando salió en el telediario que los rusos celebraban su victoria sobre los alemanes en Leningrado (27 de enero de 1943) y Stalingrado (2 de febrero de 1944), se me ocurrió traer un par de historias de españoles que lucharon en la guerra más grande que ha visto la historia de la humanidad. Este primero hablará sobre los españoles que lucharon en Rusia y el próximo versará sobre los españoles que entraron en París.


Soldados en la nieve. Augusto Ferrer Dalmau.


El día 23 de junio de 1941, un día después de comienzo de que las tropas alemanas avanzaran dentro de la URSS, en El Pardo había agitación y taconazos, ministros y carteras de piel. El ministro Serrano Suñer, cuñadísimo y germanófilo de pro, propone la creación de una división para luchar en Rusia. Al día siguiente, un grupo de falangistas, estudiantes del SEU y muchachas de la Sección Femenina se dieron cita en la plaza de Callao y marcharon hasta la sede del partido en la calle Alcalá. Allí, brazo en alto aclamaron al cuñadísimo, y muchos querían “devolver la visita” de los soviéticos en la Guerra Civil.


El 3 de julio de 1941 los voluntarios comienzan a ser llamados y concentrados en diferentes acuartelamientos militares por toda España. Reciben una breve instrucción de diez días en el que las distintas unidades empiezan a configurarse y organizarse, y se instruye a la tropa en sus normas y obligaciones. A las 15:45 horas del domingo 13 de julio, una multitud despedía al primer grupo de divisionarios que partía en tren desde la estación del Norte de Madrid (Principe Pío). En total y durante diez días, diecinueve grupos partieron escalonadamente hacia Alemania desde distintas ciudades españolas (Madrid, Sevilla, Valencia, Burgos, Barcelona, Lérida o La Coruña).


Confraternizando con las enfermeras alemanas.


Tras un largo viaje, mareos y calor llegaron a Alemania. Allí recibieron una breve instrucción y tras doce días, el 19 de agosto, comienza la marcha hacia el este integrados en el Grupo de Ejércitos del Centro. Finalmente, los españoles llegan a Novgorod y allí establecen su centro de operaciones el día 10 de octubre. La guerra comenzaría para ellos el 12 de octubre, día de la Hispanidad. Mientras que los españoles defendían sus posiciones, los alemanes criticaban su comportamiento para con la población civil, confraternizaban con el enemigo, e iban vestidos andrajosamente.


Tras la defensa del sector y su resistencia, fueron desplazados al sitio de Leningrado, a orillas del Ladoga, en un arrabal llamado Krasni Bor. Aquí se atrincheraron y aguantaron el frío lo mejor que pudieron. Todo iba bien hasta el 10 de febrero de 1943, cuando a los 5.900 españoles allí destacados se les vino encima un cuerpo completo del ejército rojo (38 batallones, repartidos en 4 divisiones, y apoyados por una gran cantidad de artillería y tanques). No había acabado el día y yacían ya en la nieve más de un millar de españoles. Aún así resistieron.


Ante la negativa a rendirse, los soviéticos lanzaron ese día un disparo de obús cada 10 segundos (8640 proyectiles). Ante la brutal lluvia de fuego, los soviéticos veían la victoria próxima, pero los supervivientes habían montado MG 34 en los cráteres y escupían fuego a los soldados que los cercaban. Tras nueve horas de combate, se aproximaron los primeros refuerzos alemanes y el apoyo aéreo. Aún así, las tropas españolas mantuvieron la línea hasta el día doce, cuando la batería de Guillermo Reinlein fue relevada. Tras de sí dejaban a 1.125 compañeros muertos, 1.036 heridos y 91 desaparecidos. Pero podían decir con orgullo que se habían vendido caros, los rusos perdieron 9000 hombres.


Alto en el camino para leer el Marca. Fuente: El País.


Unos días de descanso y un nuevo destino en el río Ishora. Esta defensa fue tan dura que llegó a causar una treintena de bajas diarias a los divisionarios. Todo esto finalizó en 12 de octubre de 1943, cuando Franco retiró su apoyo al Eje para mantenerse neutral y caer en gracia a las potencias aliadas. El oro de Juan March caló hondo para favorecer la retirada.


Estos valientes soldados, muchos de ellos alistados para evitar sospechas o acusaciones como García Berlanga, lucharon como héroes, ideologías aparte, y demostraron su valor y entrega. En el próximo artículo hablaremos de otros valientes que tras hacer la guerra en España no dudaron en seguir combatiendo en Europa.


 
 
 

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© 2016 por Alejandro Nieto Tapia y Julio Sandoval Márquez.

No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños. 

Cicerón (106 a.c.-43 a.c.)

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