El real gatillazo
- Julio Sandoval
- 8 ene 2018
- 3 Min. de lectura
“Le llaman el Impotente
al rey Don Enrique IV,
gran infamia han cometido
los que quieren difamarlo.”
Romance del rey Don Enrique IV.
A lo largo de la historia de España, incluso mucho antes de que se llamara así, podemos ver que la confrontación civil es un tema recurrente. Muchas han sido las causas de estos conflictos, pero una de estas tuvo un origen curioso: el gatillazo de un rey.

Enrique IV de Castilla.
Enrique IV de Castilla era hijo de Juan II. Cuando aún era joven, fue desposado con Blanca II de Navarra. La misma noche del matrimonio, ya en temas de alcoba, el rey de dispuso a acostarse con su mujer. Sea dicho que, como mandaban las leyes castellanas, en este acto debían estar presentes nobles, juristas y obispos. De esta manera se atestigua la pureza de la novia y el buen hacer del novio. Entre pánico escénico y nervios, la cosa no marchó del todo bien ya que Enrique no pudo quedar bien. Esta noticia no se quedó en la alcoba, sino que viajó por todo el reino y el gatillazo tornó en impotencia.

Blanca II de Navarra, la esposa en cuestión.
Estos bulos supusieron una losa para el monarca ya que trece años después siguió intentando embarazar a su esposa. Tal era la desesperación del monarca, que dicen las malas lenguas que envió una expedición a África en busca de cuerno de unicornio, la viagra del S. XV. Ante la impotencia del monarca y la necesidad de un heredero, se cortó por lo sano el asunto y Blanca fue repudiada. Tras estos, Enrique se desposó con Juana de Avis, una joven princesa portuguesa. Esta vez nada podía salir mal, así que el traumatizado rey hizo que en la noche de bodas no entrara nadie a su habitación.
Para que queremos más, el tema de la puerta cerrada de la alcoba dio lugar a muchísimos rumores. Todo esto finalizó, o no, cuando la reina quedó embarazada y tuvo una hija, Juana como su madre. El parto sucedió en el Alcázar de Madrid, ciudad a la que había dado Enrique el título de Villa, y aunque algo complicado todo salió bien. Castilla ya tiene heredera.
Todo marchaba bien hasta que de nuevo las habladurías atacan a la figura del rey. Juan Pacheco, privado del rey y posible amante, ve como en la corte hay muchos movimientos en su contra y puede perder su poltrona. De esta manera, saca los rumores a pasear e inventa que el nuevo hombre de confianza del rey, Beltrán de la Cueva, es el verdadero padre de Juana. Se cuenta que en la cerrada habitación, en la noche de bodas, no fue el monarca el que culminó sino su compañero.

Juana "la beltraneja".
Esta noticia fue un bombazo y desde entonces se conocerá a la heredera como Juana “la Beltraneja”. De esta manera, cuando Enrique IV muere se produce una laguna de poder e Isabel, la hermana del difunto, reclama el trono para sí. Tras muchas alegaciones sobre el origen de su sobrina y una guerra de por medio, Isabel llega a ser reina de Castilla como Isabel I, dentro de nada la Católica. Y así fue como un real gatillazo ocasionó una de nuestras guerras fratricidas.
Aunque sobre este rey pesa esta gran losa, Enrique IV fue un monarca que favoreció el desarrollo de Castilla y su cultura. Durante su reinado se estableció la paz en las fronteras. Muchas veces un buen reinado se enmascara con bulos ridículos o falsedades con comidillas de la Corte.
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