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Operación Ogro

  • Julio Sandoval
  • 19 dic 2017
  • 3 Min. de lectura

«Ha habido una explosión. Que manden otro coche para escoltar al presidente, que el mío está hundido».

El día 20 de diciembre de 1973 amaneció como cualquier otro día. Unos acaban sus carajillos y sus porras para ir a trabajar mientras otros ansían las 750.000 pesetas del sorteo de la lotería. El presidente Luis Carrero Blanco se baja de su Dodge para escuchar misa, como todos los días, en la iglesia San Francisco de Borja.


Carrero Blanco jura su cargo con Franco presente. Fuente: El Periódico.


Al concluir la celebración, el presidente entra al coche y comienzan su marcha a presidencia a través de la calle Claudio Coello. Será en esta calle a las 9:27 cuando ocurrirá algo inesperado. De repente, el vehículo, Dodge 3700 GT de 1800 kilos de peso voló por los aires. Tal fue la explosión que el coche apareció en el patio de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús. Uno de los padres jesuitas de mayor edad, al que le cortaban el pelo, comenzó a gritar que había visto un coche volando para el desconcierto de los acompañantes. Ante lo ocurrido, uno de ellos fue a analizar la escena.


Aún con la nube de polvo inundando la calle, se plantea la hipótesis de una explosión de gas. Sólo se ve un enorme socavón en el suelo con agua de las tuberías y no hay rastro del coche del presidente. Muy rápido llega la noticia al Paseo de la Castellana 3 y Torcuato Fernández Miranda se la comunica a Franco, más tarde este sería nombrado presidente. Se activa la alerta máxima y se toman medidas para blindar Madrid.


Restos de la explosión en la calle Claudio Coello. Fuente: RTVE.


Acto seguido, Vicente Enrique y Tarancón acude a la capilla ardiente para dar el pésame a la viuda. Cuando el cardenal llegó se encontró con la oposición del Búnker y gritos contra su persona. Ante esta situación, aceptó oficiar la misa y esto fue visto como un desafío hacia el gobierno. Su secretario, José María Martín Patino S. J., reconoció que le molestó tanta insistencia por parte del cardenal.


La mañana del 21 de diciembre de 1970 amanecía fría. Los ambientes caldeados y a ambos lados de la Castellana se agolpaba la gente para despedir al almirante y presidente. Muchos brazaletes negros y gritos contra el cardenal (“Tarancón paredón”, “Obispos rojos, no”), homenajes a la dictadura (“Viva el 18 de julio”) y brazos en alto y mucho Cara al Sol. Detrás del cardenal y los obispos iba el féretro colocado sobre un armón de artillería e inmediatamente después el Príncipe de España don Juan Carlos de Borbón caminando sólo, al que seguían las autoridades políticas y militares y las delegaciones extranjeras. Cuando la comitiva fúnebre llegó a la plaza del doctor Marañón se produjo el traslado del féretro al coche que lo llevaría al cementerio de El Pardo. Se dice que con este entierro se enterraría una Dictadura agonizante.


Entierro en el Paseo de la Castellana. Fuente: Apuntes de Historia Contemporánea.


Por otro lado, los etarras Jesús Zugarramurdi, Kiskur, José Miguel Beñarán, Argala, y avier Larreategi, Atxulo, se dirigen a su refugio en la calle del Hogar de Alcorcón. Los tres militantes de ETA permanecerán escondidos hasta fines de mes en el refugio de Alcorcón, del que les sacará su contacto en Madrid, Eva Forest, disidente del Partido Comunista de España. Un camión les trasladará luego a Fuenterrabía (Guipúzcoa). Desde allí alcanzarán Francia tras cruzar el río Bidasoa. Los tres asesinos nunca fueron condenados ya que se vieron favorecidos por la Ley de Amnistía del 15 de octubre de 1977.






 
 
 

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© 2016 por Alejandro Nieto Tapia y Julio Sandoval Márquez.

No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños. 

Cicerón (106 a.c.-43 a.c.)

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