La desesperación y la imagen
- Julio Sandoval
- 7 dic 2017
- 2 Min. de lectura
“(A la isla) se arrimaron los rebeldes con su armada y cortaron dos diques junto a la villa de Bommel; pero el que está entre los lugares de Dril y Rosan, que es donde Francisco de Bobadilla….”
Las tropas del Tercio Viejo de Zamora y su maestre Francisco Arias de Bobadilla estaban rodeadas y desesperadas. El frío calaba hasta los huesos y esa niebla acompañada de una fina lluvia empapaba las capas y camisas durante días. A lo lejos, las flotillas holandesas bloqueaban la isla de Bommel desde el Mosa y el Waal.
El aspa de borgoña rodada de harapientos valientes avanza a parlamentar con Filips van Hohenlohe-Neuenstein. El holandés, altivo y victorioso, ofrece la rendición a los soldados españoles. El soldado español siempre prefiere la muerte a la deshonra en el Tercio. Ante el enfado de las tropas luteranas, se ordena que se abran los diques para arrasar el campamento imperial y que todo fuera ocupado por el agua. Los soldados se vieron obligados a refugiarse en el monte de Empel y a cavar trincheras allí. Cuando uno de los soldados trabajaba, entre el barro apareció algo inusitado.

El milagro de Empel. Augusto Ferrer-Dalmau.
Entre nervios y rezos, el soldado avisó al capellán para observar un cuadro de la Virgen. Sin duda se trataba de un milagro, éste dispuso una procesión por el campamento y una oración. Marcando el paso, con el capellán a la cabeza, Bobadilla se encomienda a la Virgen ante la cercana muerte. Acabado el homenaje religioso, todo vuelve a la calma y se establece la última defensa.
Al amanecer se observa como la fuerte helada ha congelado el agua liberada de los canales y los herejes están cerca. Francisco de Bobadilla dispone un último asalto, un ataque para librarse del cerco. Dicho y hechos, esos soldados que siempre han demostrado valentía lanzan el ataque por el hielo para derrotar a las flotillas encalladas. Esto supuso un duro golpe al enemigo y la llegada del auxilio a las tropas de Bobabilla. Definitivamente era un milagro.

Cadetes de la Academia de Zaragoza rememoran el milagro. Julio de 2017.
Desde entonces este suceso caló en la moral de la tropa y la Inmaculada Concepción sería la protectora de la infantería española. Aunque en la tradición ya había calado, no fue hasta la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854 cuando se proclamó como dogma de fe católica la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima. El 12 de noviembre de 1892, a solicitud del Inspector del Arma de Infantería del Ejército de Tierra de España, por real orden de la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo, se:
“Declara Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción.”
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