El rey ha de nacer en Castilla
- Julio Sandoval
- 10 sept 2017
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La boda se celebró en Sevilla, en los Reales Alcázares, tras haber esperado un tiempo desde que se había formalizado el matrimonio por poderes en 1525 y en enero de 1526 ante la espera de la dispensa papal, los contrayentes eran primos. La novia venía de Portugal y fue recogida en Badajoz por los duques de Calabria y Béjar y el arzobispo de Toledo, como jerarca de la Iglesia hispana. Desde aquí partieron al lugar acordado para el enlace.
El 3 de marzo de 1526 haría entrada en la ciudad de Sevilla la futura emperatriz con su cortejo por la puerta de la Macarena y sería recibida con los más altos honores (tapices, flores y hasta siete arcos honoríficos). Al llegar a la catedral fue recibida por el cabildo y acompañada a su próxima residencia para esperar a su futuro marido que llegaría una semana más tarde. Dicen que el emperador se enamoró al ver a Isabel de Portugal y el enlace se celebró esa misma noche oficiado por un Médici, el cardenal Salviati. Una vez unidos en matrimonio, ya a medianoche, se volvió a oficiar otra misa, el primado de España quería protagonismo, para velar y bendecir a los novios. Con la unión comenzaría un viaje por Andalucía que terminó ante las tumbas de los abuelos y un periodo de estancia en Granada el 4 de junio de 1426.

El imperial matrimonio, Carlos e Isabel. Fuente: Patronato de la Alhambra.
Se dirá que este será el periodo de vida más feliz para el emperador con su mujer. Estando en la Alhambra sería concebido el sucesor que estaba llamado a llevar el peso de la corona. Con Isabel de Portugal ya en cinta, el emperador se ve obligado a acudir a Valladolid para una convocatoria extraordinaria de las Cortes. Carlos V necesitaba dinero para formar un ejército y acudir en ayuda de su hermana, el turco había atacado Hungría y matado a su cuñado.
No es el viaje más recomendable, ni hoy en día, para una embarazada cruzar toda la península (607 km). Ella acepto a pesar de su estado y al llegar a Valladolid fueron hospedados en el Palacio de Pimentel por el duque de Benavente. Cuando se estaban celebrando las Cortes del Reino, 21 de mayo de 1527, se avisa al emperador de que su mujer está de parto en el próximo palacio. El emperador acude presto y tras un largo y difícil parto del que se esperaba lo peor, un bebé arrugado llegó al mundo. Este bebé, varón, sería el digno sucesor del imperio.
Como emperador y defensor de la Cristiandad, su hijo debía de ser correctamente bautizado. El miércoles 5 de junio de 1527, está todo dispuesto para que el pequeño sea bautizado como Felipe. Como padrinos ejercieron el duque de Béjar, Condestable de Castilla, y Leonor, tía del bebé y hermana mayor de Carlos V. Cuenta una leyenda vallisoletana que para que el futuro rey fuera bautizado en San Pablo, el bebé fue sacado por la ventana del palacio que miraba a la iglesia para que no fuera bautizado en San Andrés.

Bautizo de Felipe. Palacio de Pimentel. Fuente: Diputación Provincial de Valladolid.
La situación política internacional provocó que la felicidad fuera efímera, ya que la guerra con Francia se recrudeció en estas fechas. Las noticias del saqueo de Roma llegaron a Valladolid en el mes de junio, lo que provocó el fin de los festejos. La difícil situación política absorbió la atención del Emperador, que en los años siguientes apenas pudo encargarse de la educación de su primogénito.
El 10 de mayo de 1528, los procuradores de las Cortes se reunieron en el convento madrileño de San Jerónimo donde reconocieron al niño como sucesor y a su madre como regente. El 27 de julio de 1529 el Emperador embarcó en Barcelona, para no regresar hasta 1533. Así fue la infancia de Felipe II, con constantes ausencias paternas debido a la situación internacional.
“Administrad la justicia con ecuanimidad y rectitud y, si es necesario, con rigor y ejemplaridad. Pero cuando la naturaleza de las gentes y las cosas lo permitan, sed también misericordioso y benigno.”
Felipe II, “el rey Prudente”
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