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Los segadores en el Corpus

  • Foto del escritor: Diego Alatriste
    Diego Alatriste
  • 6 sept 2017
  • 2 Min. de lectura

Multa regna, sed una lex

Gaspar de Guzmán y Pimentel, Conde-duque de Olivares.

El reino de Castilla llevaba ya casi un siglo defendiendo el Imperio. La sangre y el oro castellanos acababan perdiéndose en Italia, Flandes y donde fuera necesario. Ante esta situación y tras una crisis de la Hacienda Real, el valido de Felipe IV, Conde-duque de Olivares, decidió recuperar un antiguo proyecto para unificar leyes e instituciones; muchos reinos y una sola ley al estilo castellano.


Esta Unión de Armas consistía en que el resto de reinos de las Españas aportaran en hombres o en oro lo que aportaba Castilla. Tras la creación de la Unión (1636), que no su éxito, se produce un conflicto con la Francia de Luis XIII, Ana de Austria (hermanita del rey) y el cardenal Richelieu. Sí, el malo de “los tres mosqueteros”. Bueno, pues claramente el frente se trasladaba a los Pirineos y las tropas tendrían que ser acantonadas en Cataluña, Aragón y Navarra. Fue Cataluña, por las tradicionales aspiraciones sobre Rosellón y Cerdaña, la que acogió más tropas (40.000 soldados).


Conde-duque de Olivares a caballo. Velázquez. Fuente: Museo Nacional del Prado.

Ya que la presencia militar era principalmente castellana, Olivares decide forzar la participación de los otros reinos y nombra virrey de Cataluña al conde de Santa Coloma. Quede como dato que Cataluña jamás fue reino, como mucho llegó a condado. Con el nuevo gobernador, el valido procuró la participación de los catalanes y estos, a su vez, protestaban por la presencia de la soldadesca hambrienta que robaba y peleaba allá donde iba. De esta manera, en 1640, el virrey endureció las condiciones a aquellos que no ayudaran a la tropa real, llegando a tomar algunas represalias.


El 7 de junio, día del Corpus Christi, un grupo de rebeldes llegaron a la ciudad como segadores con la excusa de la contrata para la cosecha. Allí comenzaron los altercados con los realistas hasta que en la calle Ample asesinaron a unos soldados. Desde aquí se prendió la llama. Fueron asesinados todos los altos cargos y nobles de la ciudad, el virrey en una playa cercana, dando lugar a un frente tan duro como el de Flandes.


Estos segadores rebeldes se amotinaron y fueron incontrolables para la oligarquía secesionista e instigadora hasta que éstos pidieron ayuda al francés. Por el interés te quiero francés, debieron pensar estos señores que entregaron el territorio a Luis XIII, bueno a Richelieu. Pasaron los años, en concreto doce, de dominio sobre Cataluña, cuando éstos volvían a estar descontentos con su nuevo rey, al que habían abierto las puertas.


Corpus de Sangre. Antoni Estruch. Fuente: ABC.


Ante el descontento de la población catalana y aprovechando la debilidad, un ejército dirigido por Juan José de Austria, bastardo del monarca, rindió Barcelona en 1651. Parece ser que añoraban el gobierno real, ya que la consideración de Francia hacia sus leyes era nula y sólo pretendía convertirlo en un punto de venta de productos. La bravuconada de los segadores sólo sirvió a Cataluña, por lo tanto, a los reinos de España, para perder el Rosellón.


¿Qué pasará? ¿La historia es cíclica? ¿La rueda de la historia? ¿Los errores de una masa enfervorecida los pagaremos todos? Analícelo el lector.






 
 
 

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© 2016 por Alejandro Nieto Tapia y Julio Sandoval Márquez.

No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños. 

Cicerón (106 a.c.-43 a.c.)

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