Ni quito ni pongo rey solo sirvo a mi señor
- Diego Alatriste
- 10 jul 2017
- 3 Min. de lectura
Dentro de poco se estrena la nueva temporada de Juego de Tronos. Ésta serie narra las idas y venidas de distintos personajes, aderezado con sexo y sangre. Parece que eso sólo puede ocurrir en la ficción, pero no, en la Castilla del s. XIV se daba esto y mucho más. Pongámonos en situación.

Pedro I de Castilla. Fuente: MAN (Museo Arqueológico Nacional)
Alfonso XI engendró un hijo, Pedro, y a su muerte llegó al trono. Este ser, algo corto de seso y, como indica su apodo bastante cruel, llenó Castilla de muerte. El rey mandaba a sus secuaces para escarmentar a enemigos y a amigos que se la habían jugado. Tal era el talante del monarca, que dicen que su forma preferida de ejecución era a mazazos, ¡qué desparrame! (de sesos). Digamos que nuestro Pedro era algo así como un Joffrey Baratheon. Como el monarca de Desembarco del Rey, tenía su propia Sansa a la que repudiaba por irse con su amante y a la que ordena asesinar, la ya citada maza salió de paseo.

Enrique II de Trastámara "El matarreyes"
El padre de Pedro, al igual que su hijo, repartía su virilidad entre la consorte y varias damas de la nobleza, que para eso era el rey. De un lance amoroso con doña Leonor de Guzmán nació su hijo mayor e ilegítimo, Enrique de Trastámara. Éste, noble y con aspiraciones, se apoyó en la nobleza para disputar el trono a Pedro. Comienzan las tortas en Castilla, y por si fuera poco ingleses y franceses, no contentos con la Guerra de los Cien Años, meten el moco. Los albos insulares con Pedro y los vecinos del norte con Enrique, tenían que vengar a su Sansa. Dejando de lado la alta política, el castellano de a pie, germen de hispano, se dispuso en un lado u otro. No hay siglo en nuestra historia sin guerra civil.
La escalada bélica se fue desarrollando poco a poco, batalla tras batalla parecía que Pedro iba a ganar. Su hermanastro se había visto obligado a refugiarse en Francia ante la derrota, pero con el impulso francés volvió para asestar el golpe definitivo. Este duro ataque pilló desprevenido al Príncipe Negro, comandante inglés, y al monarca castellano. Ambos bandos pondrían todas las cartas sobre la mesa en la batalla de Montiel (23 de marzo de 1369).

Escultura de Du Guesclin en Dinan (Francia).
Tras un brutal encontronazo entre monárquicos y tropas inglesas frente a rebeldes y los franceses de Bertrand du Guesclin. En el fragor de la batalla se capturó a Pedro I y esto desencadenó la rendición de su ejército. El monarca sería encerrado en castillo de la villa próxima al campo de batalla. Pero nuestra historia aún no ha terminado, ya con Enrique II a punto de convertirse en rey, el comandante francés hizo creer a Pedro que le ayudaría a escapar. ¡Es una trampa! En realidad, lo que hizo Bertrand fue llevar a su tienda a Pedro, donde ya esperaba Enrique, para asestarle una puñalada. Aquí fue donde el mercenario asió al castellano por detrás y el Trastámara lo apuñaló, al más puro estilo Lannister. En este mismo momento dijo la frase que da nombre a nuestro artículo: “Ni quito ni pongo rey, sólo sirvo a mi señor”. Con este fratricidio comenzaría el reinado de los Trastámara en Castilla, hasta la muerte de Isabel I o Isabel “la católica”, como prefieran llamarla.

Bella imagen contemporánea al fratricidio.
Como hemos podido ver, muchas veces la historia supera a la ficción y merece la pena acercarse a ella para descubrir episodios como éste. Un servidos también es fan de las vicisitudes del Reino de Poniente, pero como nuestra querida Castilla nada.
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