Habla, pueblo, habla
- Diego Alatriste
- 14 jun 2017
- 3 Min. de lectura
Tal día como hoy hace 40 años (1977), se celebran las primeras elecciones libres y democráticas desde las de febrero de 1936, aunque parece ser que no lo fueron tanto. Se dice que, al ser amañadas, la victoria debió recaer en la CEDA y no en el Frente Popular. Volvamos a lo que nos concierne. Con la muerte del dictador, las calles se llenaron de jóvenes y mayores con bigotillo frente a pelos largos y barbas, haciendo uso del tópico. ¿Vuelven la dos Españas? No, ambas Españas se unieron, con salvedades, para sacar hacia delante un proyecto mejor para todos: la democracia.

La castellana llena de anuncios electorales. Fuente: RTVE
Estas elecciones fueron convocadas por el presidente Adolfo Suárez el 18 de marzo con el objetivo de que se constituyeran unas Cortes Constituyentes que legislaran una nueva constitución y con ello completar la reforma del franquismo. Las Cortes resultantes de estos comicios son las que redactaron poco después la Constitución de 1978, que sigue vigente en nuestra querida Piel de Toro.
España, entre temerosa y cansada de extremismos, depositó su confianza tanto a la UCD como al PSOE, que ya había abandonado el marxismo, frente a los comunistas, a los partidarios de Fraga, de Galván o de Blas Piñar. Con una participación del 78.83%, la población se decanta por el centro y sale victoriosa la UCD, que para eso Suarez era sensato, hablaba bien y, para muchas, era muy buen mozo.
Tras las elecciones se dibujó un sistema llamado de bipartidismo imperfecto, donde dos grandes partidos o coaliciones (UCD y PSOE), que se situaban hacia el centro político, habían recogido el 63 % de los votos y se repartían más del 80 % de los escaños (283 de 350). Destacar que este bipartidismo ha sobrevivido hasta ayer por la tarde, como quien dice, ya que no se rompió hasta la sucesión de elecciones del pasado año.

El presidente Suárez y su esposa ejerciendo el derecho al boto. Fuente: RTVE
Pasadas las primeras elecciones tras la dictadura y con el nudo aún en el estómago, los principales partidos resultantes y algunos sindicatos y colectivos se reúnen en el palacio presidencial. Todos juntos en la Moncloa, los llamados pactos, para llegar a acuerdos de estabilidad. Salvo contadas excepciones, UGT y CNT, se aceptó libertad de prensa; se aprobaron los derechos de reunión, de asociación política y la libertad de expresión mediante la propaganda, tipificando los delitos correspondientes por la violación de estos derechos; se creó el delito de tortura; se reconoció la asistencia letrada a los detenidos; se despenalizó el adulterio y el amancebamiento. En materia económica se reconoció el derecho de asociación sindical, la devaluación de la peseta para contener la inflación; reforma de la administración tributaria ante el déficit público, así como medidas de control financiero a través del Gobierno y el Banco de España ante el riesgo de quiebras bancarias y la fuga de capitales al exterior.
Sea como fuere, con sus luces y sombras, más luces que sombras según un servidor, esta constitución y esta democracia salieron del atolladero y salvaron algunos baches. Esperemos que todos estos derechos y deberes contraídos por nuestros padres y abuelos continúen y sigan siendo un ejemplo para nosotros y las generaciones futuras. Para culminar la reflexión, les dejo con una de las canciones más cantadas en la época: Libertad sin ira.
“Dicen los viejos que en este país hubo una guerra y hay dos Españas que guardan aún, el rencor de viejas deudas Dicen los viejos que este país necesita palo largo y mano dura para evitar lo peor Pero yo sólo he visto gente que sufre y calla Dolor y miedo Gente que sólo desea su pan, su hembra y la fiesta en paz”
Libertad sin ira. Jarcha (1976).
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