San Isidro: el finado viajero
- Diego Alatriste
- 14 may 2017
- 3 Min. de lectura
Limitando con la muralla cristiana de Mayrit se levantaba una casa. Ésta pertenecía a los Vargas y en ella residía la familia y todos los labradores y criados que para ellos trabajaban. Uno de estos labriegos era Isidro, un joven mozárabe que se ganaba la vida como jornalero. Entre las estancias de esta casa, actual Museo de los Orígenes de Madrid, se conservan algunos espacios relacionados con la vida del Santo. Junto al patio aparece el llamado pozo del milagro donde, según la leyenda, salvó a su hijo de morir al subir las aguas hasta el brocal.

Casa de los Vargas o Museo de los Orígenes de Madrid.
En el año 1172 murió y fue enterrado en el contiguo Campo santo de San Andrés. Años después del entierro, unas constantes riadas hicieron que el cementerio se deteriorara y se tuvieran que exhumar todos los restos. ¡Vaya! El cuerpo estaba incorrupto. La noticia voló por todo el territorio nacional hasta llegar a los oídos de Alfonso VIII. El rey de las Navas de Tolosa visitó los restos y determinó que el Santo había ayudado a sus huestes en la batalla. Para agradecer la victoria construyó una capillita junto al cementerio y regaló un arca de madera para guardar los restos.
Así fueron pasando los siglos y la ciudad fue creciendo. No sólo cambió Madrid, sino que la capillita de San Andrés sería remodelada por los Reyes Católicos en estilo gótico y comunicada con su residencia durante las estancias matritenses, el Palacio de los Laso de Castilla. Con el nuevo siglo hubo cambios de nuevo, y en las traseras de la iglesia se levantó una capilla por orden de los Vargas, la familia para la que había trabajado Isidro. La llamada capilla del obispo de Plasencia albergaría de ahora en adelante al finado incorrupto y la familia sería la encargada de custodiar los restos por bula papal.

Iglesia de San Andrés
Con la canonización del madrileño en el año 1622, tanto la familia Vargas como el rey Felipe IV financiaron la remodelación de la iglesia de San Andrés y la construcción de una nueva capilla para San Isidro. Las obras fueron desarrolladas por los arquitectos de corte Juan Gómez de Mora y su discípulo José Villarreal. Las obras se finalizaron el día del santo de 1699 con la celebración de una misa a la que asistieron los mecenas y toda la corte. Parece ser que los restos tenían ya un lugar fijo donde descansar y ser venerados. Se acabaron los trasiegos del incorrupto.
El santo llevaba setenta años descansando en su nueva casa cuando por decisión de Carlos III, ese rey llegado de Nápoles, el destino de los restos vuelve a cambiar. Con la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767, los restos se trasladan a la iglesia del Colegio Imperial, desde entonces más conocido como Colegiata de San Isidro. De nuevo los restos ya estaban ubicados y presiden su nueva casa. ¿Cuánto tiempo permanecerá allí nuestro patrón viajero?
Los restos permanecieron en el altar mayor hasta que en 1936, cuando Leopoldo Eijo, obispo de Madrid, decidió mover lo restos a una habitación contigua y tapiarlos al ver como las iglesias de la ciudad eran saqueadas y quemadas. Una de las iglesias que fue pasto de las llamas fue la antigua residencia de nuestro amigo el labrador, la iglesia de San Andrés iluminó su barrio el domingo 19 de julio. De la iglesia de la calle Toledo sólo fue quemado el retablo de Ventura Rodríguez.

Colegiata de San Isidro.
Con el final de la contienda, los restos fueron rescatados y, tras instalar un nuevo retablo, los restos ocuparon un lugar de honor en la iglesia, junto con su esposa. Los restos descansan acompañados desde 1994 por Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo de Madrid-Alcalá y uno de los personajes más destacados del final de la dictadura y la Transición en lo que se refiere a la lucha por libertad y derechos sociales.
Cuando estéis de cañas por La Latina, no dudéis en visitar estos lugares que distan entre sí muy poco, apenas 500 m, y son joyas del barroco en la capital junto con la próxima Plaza Mayor.
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