Pérfida Albión
- Diego Alatriste
- 23 abr 2017
- 4 Min. de lectura
En los últimos meses se han producido diferentes acontecimientos en Europa que han dado lugar a conversaciones acaloradas. Estamos hablando del "conflicto" entre España, Gibraltar y Reino Unido a raíz de las elecciones que resultaron con el “Si” a la salida de los últimos de la UE. A continuación, vamos a ver que la Piel de Toro y las Islas han estado en constante conflicto.
Ambos países desde los albores de la Edad Moderna tuvieron tensión diplomática. La ausencia de hijos varones de Catalina de Aragón y Enrique VIII, además del posterior cisma, dieron causa al primero. Reinando Isabel, la virgen, su católica majestad envió una gran armada que intentó atacar las costas británicas. La ineptitud de Medina Sidonia hizo que tuviera un fatídico resultado y que, con gran sorna, éstos la denominaran la invencible. Esta derrota, a parte de la Leyenda Negra que forjaron, hicieron que la tensión entre potencias fuera muy grande.
Fueron pasando los años, ya en el s. XVIII, con Gibraltar y Menorca bajo poder anglosajón, los británicos extendían sus garras a las colonias españolas en América y los corsarios asediaban las rutas comerciales. En uno de estos encontronazos, los corsarios fueron derrotados, su líder perdió la oreja y se le ordenó que dijera a su rey: "Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré, si a lo mismo se atreve". El corsario llegó a la Cámara de los Comunes y, con la oreja en un frasco, comentó lo que el capitán Fandiño le dijo. El casus belli perfecto.

Blas de Lezo recorre el campo de batalla de Cartagena de Indias. Ferrer-Dalmau.
Ante las tensiones diplomáticas y las ambiciones, se produjeron una serie de ataques sobre los puertos más importantes con la poderosa flota británica. Una de estas ciudades fue Cartagena de Indias, uno de los puertos a los que llegaba el mayor flujo de esclavos a las colonias y salía el oro de Bolivia y Perú. Ésta fue atacada en varias ocasiones entre 1740 y 1741, pero fue defendida a ultranza por una guarnición con tres barcos bien mandado por Blas de Lezo Olabarrieta. Este marino era uno de los más experimentado de la Corona por su papel en la Guerra de Sucesión y contra la piratería berberisca de Mediterráneo y la corsaria en el Caribe.
De esta manera, el almirante británico Vernon vio la batalla demasiado fácil y notificó la victoria a Inglaterra, tanto que se empezaron a acuñar monedas. El inglés no contaba con la prodigiosa experiencia y preparación española que les hizo retroceder. Con ansias de venganza atacaron Portobello (Panamá), e intentaron otros ataques sobre Cuba. Ante su incompetencia, Vernon fue destituido y pidió disculpas al rey por “vender la piel del oso antes de cazarla” en Cartagena.
En la guerra del Asiento no terminaron las tensiones, ambos países se enfrentaron en diferentes ocasiones aprovechando el contexto internacional, como es el caso de la Guerra de Independencia Estadounidense. En este conflicto, Bernardo de Gálvez hizo retroceder a los ingleses en varias ocasiones. Pasaron los años, como las golondrinas de Bécquer, y las tensiones pervivieron, en este caso la alianza franco-española se enfrentó a las tropas británica en el cabo de Trafalgar, sí como la plaza, dirigidas por su amado Horatio Nelson.
La armada francesa y la débil armada española, tan débil que los oficiales pagaron la pintura para los barcos de su bolsillo, se enfrentaban a la todopoderosa armada británica. Ambas flotas se encontraron en las costas gaditanas en 1805 y entablaron un cruento combate que se saldó con 4500 muertos y 3000 heridos más o menos. Entre todas las bajas, debemos destacar la del Lord almirante de la flota de su Majestad, el mismísimo Lord Nelson, murió de un disparo desde la cofa de un barco y de todas las heridas sufridas en combate. El inglés había ganado la batalla, pero había perdido al mejor de sus generales.

Pabellón en el alcázar del San Nicolás de Bari. Ferrer-Dalmau.
Tal era la veneración por el marinero en las islas que para que su cuerpo no se deteriorara con el viaje de vuelta, lo introdujeron en una barrica de cognac, al más puro estilo formol. También cuenta la leyenda que los marineros, hacían escapadas para degustar el licor que contenía el cuerpo de su difunto líder. Sea como fuere, el cuerpo del marino llegó a su país y fue recibido con todos los honores. Para homenajear al victorioso marino, se construyó una columna en la plaza de Trafalgar y para cuya construcción se emplearía el bronce de la fundición de los cañones españoles y franceses.
Tras la batalla y ya durante la Guerra de Independencia, se produjo un periodo de paz, aunque siempre aparecieron las antiguas rencillas en momento de tensión. El s. XIX fue una constante de idas y venidas en lo que se refiere a disputas. Además, las aspiraciones españolas sobre Gibraltar eran una constante. Ya bien entrado el s XX, durante la dictadura franquista se intentó recuperar Gibraltar, además de mostrar a Inglaterra y a Rusia como enemigos de lo español y lo católico. En el Mundial de 1950, el locutor Matías Prats entrevistó al presidente de la Federación Española de Fútbol, Muñoz Calero, y le preguntaba, «¿Algún recado para el Caudillo?». Y el exaltado dirigente respondía con una frase que pasaría a la historia: «Claro que sí: ¡Excelencia, hemos vencido a la Pérfida Albión y le dedicamos gustosos la victoria!». Una salida de tono nada diplomática que le costó el cargo tras las protestas de la Embajada inglesa.

Matías Prats, la voz del fútbol, retransmitiendo el partido. Hemeroteca ABC
Espero que hayan disfrutado de las diferentes escaramuzas con el inglés y puedan entender que las mayorías de rencillas de la actualidad suelen tener origen histórico.
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