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400 años entre nosotros

  • Foto del escritor: Diego Alatriste
    Diego Alatriste
  • 24 mar 2017
  • 2 Min. de lectura

“Madrid, que no hay ninguna villa, en cuanto el sol dora y el mar baña mas agradable, hermosa y oportuna”.

Lope de Vega.

Vista aérea de la Plaza Mayor.


Seguramente, todos hayamos pasado alguna vez por la Plaza Mayor. Ésta siempre ha sido el centro de la vida madrileña y alberga turistas, curiosos, mercados de Navidad y bares que sirven ricos bocadillos de calamares, típicos en la capital, y no “relaxing cup” como decía aquella. Esto es hogaño, pero antaño la plaza fue centro comercial, a ella llegaban mercancías de diferentes puntos al principal mercado de la Villa, y centro de actos públicos: corridas de toros y autos de fe. De la plaza y estos últimos vamos a hablar a continuación.


Imagínense por un momento vivir en el siglo XVII, concretamente al 30 de junio de 1680. Están vuesas mercedes con algo de muquir, comer, y jugando a la desencuadernada, bajara, en cualquier tabernucha, pero de repente les informan de que en la Plaza Mayor se cuece algo. Hasta allí prestos se dirigen a ver el evento, un auto de fe de la Santa Inquisición a 118 personas.


Volvemos al siglo XXI, nos puede parecer ahora algo raro acudir a ver como se juzga o quema a alguien, pero era un evento bastante seguido en la época. En este auto estaban presentes desde Carlos II y María Luisa de Orleans a el más pordiosero de los mendigos, como bien refleja de cuadro de Francisco Rizzi. Por cierto, entre las clases bajas era costumbre consumir bebidas y algo de comida en los quioscos habilitados mientras veían el espectáculo.


Auto de Fe en la Plaza Mayor, Francisco Rizzi, Museo Nacional del Prado.


Hemos visto que se celebró un auto, pero ¿por qué en la Plaza Mayor? Muy sencillo. El centro del debilitado imperio era Madrid, Villa y Corte, y el centro de la misma era la Plaza Mayor. De esta manera desde el corazón de imperio se deja claro que no se tolera la heterodoxia y que aquellos que la practiquen serán condenados a garrote o a la hoguera, dependiendo del grado de arrepentimiento que presenten ante el padre confesor.


Sigamos con este tema, hemos dicho que los reyes estaban presentes. Bien, ya sabes que la separación Iglesia-Estado en el s. XVII era complicada, pero es más impactante aun cuando se menciona que este auto de fe fue el regalo de bodas que se dio a sus majestades. Sinceramente yo preferiría otra cosa más agradable, no me gustaría que mi boda tuviera cierto tufo a carne quemada.


Finalmente, la Inquisición fue abolida allá por el s. XIX y estas actividades ya no se llevan a cabo. Quedémonos mejor con la estampa de alegría que supone la Plaza Mayor llena de gente admirándola y tomando algo en sus terrazas, pero sin olvidar la historia de los mismos.


Detalle de una de las farolas de la Plaza Mayor.


 
 
 

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© 2016 por Alejandro Nieto Tapia y Julio Sandoval Márquez.

No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños. 

Cicerón (106 a.c.-43 a.c.)

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