Sangre y nieve
- Diego Alatriste
- 22 feb 2017
- 3 Min. de lectura
La calle estaba desierta. Los copos de nieve caían formando una fina capa sobre los adoquines. A lo lejos se escuchan el repiqueteo de las herraduras contra el firme y un reloj acaba de marcar las siete y media de la tarde. Estruendo de trabucos. “Bájese usted, mi general, que nos hacen fuego”. Un látigo restañó y el coche se alejó hacia el Ministerio de Guerra en el Palacio de Buenavista, residencia del viajero.
Sin duda, una de las figuras más destacadas del s. XIX en nuestro país es la de Juan Prim y Prats. Éste destacó por su labor como político y como general, principalmente a partir de la proclamación de la Revolución del 68 o Gloriosa. Vamos a conocer algo más de su figura.
De joven ingresó en la compañía de Tiradores de Isabel II, al mando de su padre, para luchar en la Primera Guerra Carlista. Poco a poco fue demostrando su valía y ascendiendo en dichas guerra hasta que le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando. Se cuenta que encabezó a sus hombres, bandera en mano, en la toma de las murallas de Solsona. Tras su entrada en el mundo castrense y sus éxitos, poco tardarían en llegar los políticos. Fue uno de los militares que obligó a María Cristina, madre de Isabel II, a firmar la constitución de 1812.
Tras muchas idas y venidas, oscilación política y participación en diferentes acontecimientos bélicos internacionales es enviado a Marruecos. Las cabilas rifeñas acechaban las ciudades de Ceuta Y Melilla. La población civil respondió con alegría ante la declaración de guerra de O´Donell y nuestro general fue enviado al mando de los “nuevos almogávares”. Con estos soldados se granjeó fama tomando Tetuán y en la batalla de Castillejos. Tras esta batalla se le concedió el título de Marqués de Castillejos.

El general Prim y los voluntarios catalanes. Augusto Ferrer-Dalmau (Fuente La Razón).
De nuevo idas y venidas, apoyos y descontentos políticos. Tal era su relevancia política que se llegó a entrevistar con el presidente estadounidense Abraham Lincoln. A su regreso se produjo la caída del gobierno unionista. Desde este mismo momento se encargaría de sacudir los cimientos de los gobiernos moderados e incluso los de la reina Isabel II. Intentó un fallido desembarco en Valencia (1865); organizó la sublevación de Gil (1866); promovió el Pacto de Ostende entre progresistas y demócratas (1866), al que se sumaron los unionistas tras la muerte de O'Donnell (1867).
Todos estos intentos se verán premiados finalmente en 1868, en colaboración con Sagasta, Serrano, Ruiz Zorrilla y Topete. Prim participó en el pronunciamiento inicial en Cádiz y marchó luego a sublevar Valencia y Barcelona, donde tuvo alguna confrontación con el pueblo por portar una corona sobre la gorra, y, finalmente, en Madrid, ya destronada la reina. Tras esto se crea un gobierno provisional presidido por Serrano, Prim ostentó el cargo de Ministro de Guerra. Desde este momento sería un gran defensor de la creación de un sistema democrático y monárquico, por lo que inició el proceso de búsqueda de un monarca para nuestro país.
Serrano pasó entonces a ejercer la Regencia mientras se encontraba un rey para el trono vacante, sustituyéndole Prim como presidente del Consejo de Ministros. Desde ese cargo fue uno de los principales defensores de la candidatura de Amadeo de Saboya, duque de Aosta. Otros miembros del gobierno propusieron a Antonio de Orleans, duque de Montpensieur, o a Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, pero la situación internacional y nacional no fue propicia para ellos. Finalmente se optó por el italiano y una comitiva de cargos del gobierno marchó en su búsqueda. El 26 de noviembre de 1870 aceptó y el 27 salió hacia España.

Imagen contemporánea del asesinato del General.
Este mismo día, el general salió del Congreso y se montó en su berlina junto al coronel Moya y su ayudante Nandin. Cuando giró en la calle del Turco (actual Marqués de Cubas) dos carruajes cortaron el paso y varias personas con los rostros embozados abrieron fuego a través de la ventana. El general fue herido y el cochero se apresuró a llegar al palacio de Buenavista. Allí le amputaron el dedo índice y se le extrajeron siete proyectiles del cuerpo a lo largo de la noche, aunque los trozos de abrigo habían causado una sepsis que se llevarían al general tres días después. Recientes estudios afirman que pudo ser estrangulado en el lecho en el que yacía.
Detrás del asesinato hay varias figuras destacadas, el líder del partido republicano, Montpensieur o el mismísimo Serrano. Los estudios de Antonio Pedrol Ruis de 1960 demostraron que la ejecución fue realizada por Paúl y Angulo y otros republicanos, pero el impulso fue soberano, de manos de Serrano, Topete y Montpensieur.
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